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viernes, 2 de agosto de 2019

CAPITULO 22


Mayo lleno de dolor

Varios días pasaron y la rubia continuaba ayudando a Michael, para hacer los días de los pequeños más amenos leía cuentos por las tardes hasta que se quedaban algunos dormidos

-          Al ir caminando por el campo de amapolas Dorothy no pudo más y cayó en un profundo sueño antes de salir de él, el león corrió lo más rápido que pudo pero tampoco logro salir y quedo a poca distancia de salir del campo
-          ¿Y qué paso con Dorothy? – preguntaban  los niños ansiosos
La rubia sonreía al verlos tan involucrados en el cuento – El  hombre de hojalata y el espantapájaros llevaron a Dorothy fuera del campo de amapolas para que se recuperara y llamaron a la reina de los ratones…….. – así   continuo con el cuento y desde el umbral de la puerta Frank no podía evitar mirar a la rubia, sin duda alguna era una mujer entregada a su trabajo en cuerpo y alma.
-          Candy y sabes la canción del Arcoíris – pregunta una pequeña desde su cama
La rubia se queda un momento pensando, no era una canción que había cantado antes pero si la sabia – si, si la se – contesta algo sorprendida
-          Entonces cántala – dice otra pequeña de ojos verdes como los de ella
-          Si, vamos Candy cántala – decían todos los niños al unísono
-          Bien lo intentaré, no soy la major cantante – le sonríe, luego se aclara un poco  su garganta comienza – Somewhere over the rainbow,Way up high, And the dreams that you've dreamed of, Once in a lullaby.Somewhere over the rainbow Bluebirds fly…. (En algún lugar sobre el arco iris, subiendo más arriba y los sueños con los que soñaste una vez en una canción de cuna. En algún lugar sobre el arco iris las aves azules vuelan…)
Flammy también observaba llegando a un lado de Frank – No  debería mal acostumbrar tanto a esos niños – dice  en tono molesto
-          Dra. Hamilton no veo nada de malo en lo que hace la Dra. White
-          Cuando se vaya esos niños van a sufrir no lo entiende
-          Hacemos lo que podemos y creo que un momento de felicidad vale mucho en medio de esta situación – responde  el rubio molesto

La joven frunce la boca y se retira a sus labores

Mientras en Escocia el Conde Rosell recibía una misiva por parte de la Cámara de Lores, en su estudio con el Duque de Granchester platicaban sobre el asunto
-          Es extraño que tengamos que viajar a Versalles, creí que todos los asuntos los trataríamos en Londres – dice  confundido el Conde
-          Bien puede ser porque es un tratado de paz e involucra a varios países – indica  el Duque
-          Indudablemente es muy extraño pero está firmado y sellado tenemos que ir
-          Así es Edward todo porque este conflicto llegue a su fin – agrega  con esperanza
-          Además quizá pueda pasar a saludar a Daniel, para respirar tranquilo – dice el Conde
-          Si mandare mi confirmación de inmediato, aunque con la enfermedad de la Duquesa no sé si será conveniente viajar  – agrega el Duque
-          Entonces deberías quedarte – replica el Conde
-          Lo comente con ella esta mañana pero, prefiere que me vaya, no quiere que la vea en ese estado – dice un tanto apesarado
-          Entiendo, pero es tu esposa y tu obligación es quedarte a su lado
-          Tienes razón tal vez sea mejor quedarme – guarda el papel en el bolso de su chaqueta – entonces no voy a confirmar asistencia – dice finalmente

Ambos se quedan el resto de la tarde tratando algunos otros asuntos y por la noche el Conde le informa a su esposa sobre la situación

La Condesa se encontraba leyendo una y otra vez la carta de Daniel, la abrazaba a su pecho como si lo abrazara a él – la canción del Arcoíris – piensa para sí – También se la cantaba a mi niña – dijo rodando una lagrima por su mejilla – pronto cumplirás 20, mismos años que he soñado con volverte a abrazar – luego seca sus mejillas humedecidas al momento que el Conde entraba a la habitación
-          Victoria ¿pasa algo? – pregunta preocupado
-          No nada solo leía la carta de Daniel – dice con un aire de tristeza
-          Querida el está bien, sabes hay una misiva para ir a Versalles – dice el Conde sentándose a su lado
-          No Edward por favor no vayas – le  dice en tono suplicante
-          Vamos Victoria no tienes porque preocuparte iremos varios miembros, será un viaje corto – le explica
-          Tengo un mal presentimiento por favor no vayas – insiste – me dejaras sola a Margaret y a mi – le dice angustiada
-          Querida dejare gente para que cuiden la casa y de ustedes, serán unos días además aprovechare para visitar a Daniel – agrega
-          Podría ser pero no lo sé, algo me dice que no debes ir – replica
-          Tengo mi confirmación y no voy a cambiar de opinión me entiendes – dice   en tono autoritario indicando fin de la conversación
-          Pero no digas que no te lo advertí – dice  finalmente la dama

Mientras en el castillo del Conde Giraldi un mozo informaba sobre la invitación entregada a todos los Lores
-          Amo todo salió como lo planeamos – dice con suficiencia
-          Bien me alegra, en cuanto tengas la confirmación de asistencia necesito que vengas a avisar entiendes – le  ordena
-          Como usted mande amo – hace  una reverencia y se retira, en ese momento iba llegando su hijo el Conde Lissandro Giraldi
-          ¿Y ahora que estas planeando padre? – pregunta  con curiosidad
-          Nada malo, solo estoy preparando un retiro prospero para mi hijo
-          No necesito tus favores, soy lo bastante capaz – replica  molesto
-          No tienes el suficiente carácter, es por eso que tu hijo es un bueno para nada
-          Como lo sabes si ni siquiera vive contigo, el es un buen hijo, he hecho lo posible para alejarlo de todo mal
-          Alejándolo de mi, por supuesto – ríe  irónico
-          Y que querías que nos quedáramos a vivir contigo, tu vida está llena de secretos y de sombras no iba a permitir que creciera en este ambiente
-          Por favor, mi vida ha sido honorable pregunta a cualquiera y te lo confirmaran
-          Claro sembrando el miedo a tus súbditos y tratando a la gente de la peor manera, tal vez hasta hayas mandado matar a alguien – le  dice mirándolo fijamente
-          Calma Lissandro – le  da una palmada en la espalda – no  soy un asesino – luego  toma una fusta de cuero y se dispone a retirarse no sin antes detenerse frente a su hijo – yo  corrijo – y  con la fusta recorre la cicatriz que lleva en su mejilla izquierda, luego mira sus manos y sale de aquella sala.
-          Claro – piensa  para si – solo  corriges padre – y  se frota su mano izquierda con la yema de sus dedos, pasando por las pequeñas cicatrices que forman bordes uniformes como puntos, cicatrices que eran la muestra clara de los correctivos impuestos por su padre cuando aún era un niño.

En Francia la primer semana de Mayo Candy festejaba su cumpleaños, en una sala se reunieron algunos compañeros y amigos para hacer pasar un momento ameno a la rubia.

-          Candy Felicidades – se  acerca Michael y la abraza cariñosamente
Luego se acerca Frank y también la rodea con sus brazos – Felicidades, tu sabes lo importante que eres para mi, hubiese deseado festejarte de otra manera pero dadas las circunstancias – pone  en su mano un estuche  y la atrae nuevamente estremeciendo a la rubia
-          Gracias Frank – corresponda  ruborizada – de  cualquier manera es un día feliz para mí- mira la caja con curiosidad
-          Vamos ábrela – le  anima
Abre la caja y encuentra un par de pendientes, eran unos diamantes en forma de gota – pero  Frank no debiste – dice  sorprendida ante el detalle
-          No es nada esto y más te mereces – le  dice mirándola a los ojos
-          Gracias – dice  finalmente
Luego se acercan más compañeros a felicitar a la joven, Jonathan el soldado la alza por los aires, el Teniente Neville se acerca y la felicita – sabes  Candy tengo una hija de tu edad, me alegra poderte abrazar me hace recordarla.
-          Gracias Teneinte – sonríe

Poco a poco todos se van retirando a sus ocupaciones, Candy no se sorprendió de no ver a Flammy en la fiesta, sabía que era difícil de ablandar su corazón pero haría lo posible por hacer más llevadera su relación en el Hospital.

En Nueva York también el inglés recordaba ese día especial se encontraba nostálgico, estaba de visita en casa de su madre, ella percibía esa tristeza – hijo  sigues preocupado
-          Madre, hoy es el cumpleaños de Candy
-          Ho Terry, no sé qué decirte – le  toma su mano – ya  festejaran cuando ella vuelva
-          Claro – aprieta  su boca en una línea
-          Veras que todo estará bien hijo
-          Bien me tengo que retirar, iré a ver a Robert y luego con Susana
-          ¿Así que son amigos ahora?
-          Que ironías de la vida ¿no? – dice – sabes  antes de irse a Francia Candy me pidió que la cuidara, en su voz había algo de preocupación, sin embargo ha estado bien
-          Así es Candy ¿no? – dice  su madre sonriendo
-          Si así es ella, madre me tengo que ir – se despide
-          Está bien vendrás mañana
-          Si qué te parece si comemos juntos
-          Excelente hijo – luego lo acompaña hasta la puerta y ahí se despiden – nos vemos
-          Hasta luego Eleonor

Mientras en la casa de Susana su madre se preparaba para salir a hacer algunos asuntos
-          Susana, iré a hacer unas compras, vuelvo en unas horas – le  dice apresuradamente
-          Está bien madre, ve y demora todo lo que quieras – le  sonríe
-          Hija sigues con eso, deberías descansar un poco – le   dice señalando la prenda que estaba zurciendo
-          Terminare pronto y te prometo descansar mamá – luego  siente una extraña sensación-mama te había dicho lo mucho que te quiero
-          Hija – la  Sra Marlow rodea el sofá y se sienta a su lado – también  te quiero, eres lo mejor que me ha sucedido en mi vida – la  abraza
La joven corresponde a su abrazo – ahora  vete antes que te retrases mas
-          Bien- nos vemos en un rato
Al abrir la puerta para salir Susana la interrumpe – mamá
-          Si dime hija – la  mira sosteniendo la puerta
-          Sabes me apetecen frutillas ¿podrías conseguirme?
-          Claro Susana – le  sonríe y sale de la casa

Al quedarse sola y sin entender aquella sensación continua con su costura, sin embargo un entumecimiento en su brazo le impide continuar, se toma el brazo y trata de masajearlo un poco, luego un dolor en el pecho la hace sofocarse, trata de tranquilizarse pero el dolor se le clava en el pecho, se siente mareada y el dolor le nubla la vista, trata de pedir ayuda pero su voz no responde – por  Dios que me está pasando – piensa – me  duele demasiado, siento adormecida la boca, me tiembla, mamá regresa por favor – suplicaba,  en un intento por incorporarse cayo al lado del sofá, poco a poco aquel dolor le partía el pecho, ahí boca abajo y sin fuerzas estaba Susana, sintiendo aquel dolor que poco a poco le nublo la razón, una frialdad recorría su cuerpo, luego su corazón dejo de latir, una gota de saliva caía por la comisura de su labio, ahí estaba el cuerpo sin vida de Susana tendido en la pequeña sala de su casa.

Mientras su madre caminaba apresuradamente hacia la casa cuando recordó que Susana le había pedido frutilla – Susana – piensa – como  me pides frutilla, como aquel invierno – luego  un mal presentimiento invadió sus sentidos – frutilla, ho no Susana – y  corre lo mas que puede, torpemente abre la puerta – Susanaaaa!!! – grita, todo está en completa silencio – Susanaaa!!! – vuelve  a gritar, luego camina y mira al piso a un lado del sofá, ahí estaba el cuerpo tendido de su hija – No  Susana, no hija por favor – corre  y se arrodilla poniendo su cabeza en su regazo – hija  contesta, por favor – lloraba  inconsolablemente, repitiendo el nombre de su hija, la abrazaba, y le tomaba el rostro.  El inglés llegaba a la casa de Susana cuando antes de entrar escucha el llanto de su madre, un dolor se clavo en el pecho al sospechar lo que estaría sucediendo, entra apresuradamente al ver la puerta abierta para descubrir lo que tanto temía, miro asustado aquella escena, una madre llorando la pérdida de su hija – No  Susana – repetía – Por  Dios no puede ser – repetía  una y otra vez, la mujer al verlo – Terruce  dígame que está dormida por favor – le  decía entre sollozos – está  dormida pronto despertara – decía  en un estado de ausencia – debo  traer su frutilla ella me pidió que le trajera – repetía  con la mirada vacía y llorando desconsoladamente.
-            Señora – el inglés le  toma el brazo, y niega con la cabeza
-           No no me diga eso Terruce
-          Iré por ayuda Sra.Marlow – le  dice al ingles

Sale a toda velocidad en su coche hasta el Hospital, en recepción estaba Sara, llega corriendo hacia ella – Sara  tu papá ¿dónde está? – pregunta desesperado
-          ¿Qué pasa Terry? estas muy alterado – dice  la joven preocupada
-          Es Susana esta tendida en su casa no se mueve – casi  grita
-          En seguida lo busco – Sara  sale a buscar a su padre quien de forma casi inmediata viene corriendo con su pequeño maletín
-          Vamos Terry – le  dice el Doctor al verlo

Al llegar a la casa, colocan a la joven en el sofá, luego la revisa pero ya nada se podía hacer, el gesto del Doctor Curtis confirmaba lo que todos temían, Jack venia  llegando cuando vio la casa de Susana llena de personas - ¿Paso algo? – preguntó  a un vecino
-          Al parecer la señorita Marlow murió
-          ¿Cómo? -  pregunta  incrédulo - ¿muerta?
-          Si como lo oye, pobre tan joven – se  lamenta
Entra y escucha el llanto de la Sra Marlow, Terry estaba en otra parte de la sala en silencio, con su mirada perdida, cuando el Dr. Curtis se acerca – Terry  lo siento mucho, ella murió hará unas 3 horas
El  inglés lo mira desconcertado  - ¿cómo pudo pasar doctor?
-          A veces los paros cardiacos pasan sin previo aviso, en ocasiones se presentan algunas molestias, dolor en el pecho, sofoca miento, adormecimiento del brazo izquierdo
-          Ella me dijo que sentía entumido el brazo, pero prometió avisarme si volvía a sentirse mal – dijo  sin entender
La Sra. Marlow escuchaba y envuelta en su dolor – fue  su culpa Terruce!!! – le  grita – debió  avisar al doctor, debió decirme a mí
-          Señora es que no volvió a decirme nada, supuse que estaba bien
Jack estaba atento a aquella platica – Señora  Susana tuvo una recaída en la posada ella no quiso que le avisáramos
-          ¿Pero que dice porque no me avisaron? – le  grita
-          Señora Marlow – le  dice el galeno – ella  no quería darle preocupaciones ni  molestias, fue ella quien así lo decidió
-          No, no puede ser – lloraba, luego miro al inglés – tal  vez si se hubiera casado con ella seguiría viva – le  grita envuelta en llanto
El inglés estaba aturdido, de alguna manera se sentía culpable, y las palabras de la Sra. Marlow retumbaban en su cabeza – si  fue mi culpa – se  decía – debí  estar más atento, debí llevarla a revisión – se  pasaba las manos por el cabello sin entender lo que el destino estaba haciéndole en ese momento.
Por un momento no pudo mas con todo lo que sucedía, sentía remordimiento y culpa, tomo su coche y manejo a toda velocidad hasta su departamento, se interno en el parque que estaba frente al edificio y comenzó de nuevo a lamentarse – Susana fue mi culpa – decía con desesperación – ahora que le diré a Candy, como voy a decir que no preste atención en la salud de Susana – se decía apesarado – como voy enfrentar esto – alzaba su mirada al cielo sin entender, por un rato mas estuvo en ese lugar, hasta sentirse un poco más tranquilo, luego se retiro a su departamento envuelto en una nube de desesperación y culpa.

Más allá al otro lado del mar en Escocia se vivía una situación muy similar, la Duquesa había empeorado, el cáncer en su intestino se había extendido dañando otros órganos de tal manera que sus días estaban contados. Ese mismo día había pedido hablar con el Duque a solas en un intento por tranquilizar su conciencia, el Duque al entrar se sorprendió de ver como estaba demacrada, tan delgada y su piel amarilla, su voz débil le invitaba a tomar asiento en la silla que estaba cerca de la cama.
-          Y bien querida querías hablar conmigo a solas – le dice al tomar asiento
-          Sí es momento de pedir perdón y arrepentirse ¿no? – dice con sus ojos vidriosos
-          No digas eso, no debes alterarte – le dice reconfortándola
-          Necesito hacerlo, sabes por mucho tiempo, cuando se anuncio nuestro compromiso no me importo mucho si estabas o no enamorado de mi, el hecho de casarme con el Duque de Grandchester era suficiente para mí y mi familia – dice la Duquesa
El Duque suspira ahogando sus palabras – conocía a Eleonor y desde que la conocí la aborrecí con mi alma – continuaba  hablando la dama – solo el peso de su nombre hizo que nuestro matrimonio fuera un completo fracaso, ella tenía todo lo que yo quería de ti, aun si vivía en tu casa y ella al otro lado del mar, ella siempre tuvo tu amor – lo mira rodando cristalinas lagrimas por sus mejillas
El Duque no sostuvo su mirada – Todo eso es parte del pasado – le dice – he estado aquí siempre a tu lado
-          Pero siempre amándola a ella, ella te dio a tu primer hijo aunque ilegitimo es tu hijo y se lo mucho que lo quieres, yo misma robe algunas cartas que llegaban a la casa con tal que no tuvieran contacto pero todo fue en vano, claro que me arrepiento – le dice al sentir la mirada sorprendida del Duque – también a él quisiera pedirle perdón pero dudo que quiera verme, siempre fue rebelde pero creo que él lo único que quería era llamar tu atención, te pedía a gritos un poco de amor, pero tu cegado por el poder lo ignorabas – continuaba diciéndole
-          Terruce siempre fue así, reconozco que no fui el mejor padre pero no le impedí seguir con su camino, eso es un punto a favor creo yo – le dice
-          Richard, prométeme que vas a arreglar tus diferencias con Terruce y que vas a pedirle perdón en mi nombre, también quiero escribir una carta – dice indicándole el cajón del buro a su lado – alcánzame papel y pluma por favor – le pide
-          Estas muy débil querida no deberías fatigarte
-          Es mi última voluntad o me las vas negar – le dice retadoramente
-          Está bien – luego saca una hoja y un bolígrafo  y se los tiende
-          Bien seré más que breve, no hay mucho que decir – luego comienza a escribir unas breves líneas, toma la hoja y la dobla por la mitad – ten – se la entrega – dásela cuando lo veas
-          Está bien, ¿deseas alguna otra cosa? – le pregunta
-          Quiero hablar con mis hijos, no quisiera que se quedaran con la mala impresión sobre Terruce y Eleonor, durante muchos años los envenené diciéndoles cosas sobre ellos y quiero enmendar mis malas acciones
-          Bien los mandare traer – el Duque asiente y sale en busca de sus hijos, tras algunos minutos entra en el dormitorio acompañado de sus tres hijos, todos con su semblante de preocupación, rodean la cama Katherine la más pequeña se sienta a su lado, Jeremy y Richard a su lado frente a su padre.
-          Hijos – les dice – quiero pedirles que cuando yo ya no esté, obedecerán a su padre en todo lo que les ordene, que no lo dejaran solo – dice mirándolos con cariño
-          Mamá, te pondrás bien – dice Richard
-          Sabemos que no hijos – les dice – mi final está muy cerca por lo que también quiero hacerles una petición especial
-          Claro que si, de que se trata – dice Jeremy acercándose a  tomar su mano
-          Como ustedes saben tienen un hermano mayor – los mira expectantes – Terruce
-          Si lo sabemos – dice Richard con voz seria – que tiene que ver él en todo esto
-          Yo cometí el gran error de siempre hablar mal de él con tal que no lo llegaran a ver como su hermano, sin embargo el lleva la misma sangre que ustedes y nunca lo traté de la mejor manera – tose un poco – pero estoy segura que él a ustedes los quiere
-          Mamá no deberías continuar te estás fatigando demasiado – dice Richard
-          Necesito que me prometan que lo van a querer, que van a aceptarlo, el es un buen chico, al igual que su madre, ellos no tienen nada de culpa en lo que haya sucedido entre su padre y yo – dice con cierta vergüenza – en todo caso yo fui quien sembró toda mi amargura en mi camino
-          Querida no sigas – dice el Duque en una necesidad de protegerla
-          Quiero que me hagan esa promesa hijos – les dice finalmente
-          Claro que si mamá, no tienes porque preocuparte – dice Jeremy quien no tenía más de 14 años
-          Bien entonces pueden retirarse mamá quiere descansar – les dice, todos asienten y se retiran dejando solo al Duque en la habitación
-          Será mejor que duermas un poco – le indica
-          Claro ahora me siento mucho más tranquila, solo quiero dormir, dormir mucho – le dice sabiendo que su final estaba ya muy cerca
-          Estaré al pendiente – le dice al tiempo que salía de la habitación
-          Gracias Richard – dice la Duquesa
-          No te fatigues mas y duerme – le dice desde la puerta, luego la cierra tras de sí.
En el estudio el Duque, se sirve un trago de Whisky, pensaba en todo lo que había sucedido minutos antes, el arrepentimiento de la Duquesa lo había conmovido, pero aún más la carta que decidió escribirle a Terruce, la saco y la puso en un sobre, la cerro y la guardo en el cajón de su escritorio, luego a su mente vino la imagen de Eleonor,  cuánta razón tenía su esposa en decir que siempre había tenido su amor y así era, su corazón solo se estremecía y latía con más fuerza cuando la recordaba, acaso la vida le podría dar una oportunidad para recompensar a esa dama por tanto dolor que le había causado, sacudía la cabeza al darse cuenta a donde habían llegado sus pensamientos – que te pasa Richard, tu esposa está en su lecho de muerte y tu estas pensando en ella – se sirvió otro vaso de Whisky y se lo bebe de un sorbo, luego se dispone a trabajar un poco antes de la cena.

Poco antes de la cena la mucama llevaba los alimentos a la habitación de la Duquesa, al entrar la encuentra tendida en la cama, aparentemente dormida, pero al tratar de despertarla para ofrecerle sus alimentos se da cuenta que no responde y por mas intentos que hizo por despertarla no pudo, salió corriendo hacia el estudio para avisar al Duque quien de inmediato corrió a lado de la Duquesa – Ve y busca al doctor – le ordena a la mucama, acto seguido la joven obedece. El Duque se quedo a solas con su esposa quien yacía en su cama sin vida, demacrada, con una sombra obscura alrededor de sus ojos y con la piel casi pegada  a los huesos tan delgada que no quedaba algún rastro del dama llena de vida que conoció hacia ya más de 17 años, espero hasta que llegara el doctor, sus hijos entraron a la habitación, el ruido de la mucama corriendo por la casa les advirtió que algo estaba sucediendo, lo inevitable había sucedido, Katherine lloraba en el lecho de su madre – mamita – decía la pequeña, Richard el mayor se mordía los labios para enjugar su llanto, miraba a Jeremy como tomaba la mano de su madre y le hablaba, su padre solo los miraba, los dos Richard mantenían su postura, debían ser valientes y fuertes – Papá – dice acercándose a él – hay que sacarlos de la habitación dice mirando a sus hermanos, el Duque asiente con la cabeza – hijos, porque no acompañan a su hermano al estudio, yo me quedare aquí con su madre hasta que llegue el doctor – los jóvenes aunque se resisten finalmente salen de la habitación, Richard mantenía la cordura, tenía un carácter muy parecido al de Terry, no mostraba debilidad pero también sentía una gran tristeza, sabía bien quien lo conocía tal cual y con quién podía desahogar su dolor, pero por el momento tenía que estar al lado de sus hermanos.
La noche transcurrió lenta y dolorosamente para la familia Grandchester, poco a poco los hijos del Duque se retiraron a descansar un poco, el Duque paso casi toda la noche en vela, entre el traslado del cuerpo de su esposa, dar parte a las autoridades no le dio tiempo de descansar y dormir un poco antes del amanecer.
Al brillar los primeros rayos del sol Richard el mayor ya se había puesto de pie, vestía un traje en color negro, un broche con el escudo de armas de la familia Grandchester, antes de tomar el desayuno salió de la casa, caminaba a toda prisa, con zancadas largas pero firmes, aquel joven tenía ojos azules como los de Terry, cabello castaño claro, bastante buen mozo, había heredado la elegancia de su padre, pronto llego a una hermosa villa, una joven de cabello rubio y ojos verdes corrió rápidamente a la puerta justo antes de que el pudiese tocar, al verla el único impulso del joven fue abrazar a aquella dama – Richard – decía en su oído – nos avisaron esta mañana cuanto lo siento – le decía con voz dulce
-          Margaret – dice al separarse de ella – gracias por estar aquí – toma sus manos y  deposita un beso en cada una
-          Pasa, mamá y papá están adentro – dice invitándolo a entrar
-          No quiero ver a nadie – luego la mira a los ojos – solo hay una persona a quien quería ver
-          ¿Quieres caminar un poco? – le pregunta
-          Si es mejor – asiente
-          Le avisare a mis padres en un momento vuelvo, seguro que no quieres entrar – pregunta y el niega con la cabeza, un minuto después caminaban disfrutando de los primeros rayos del sol
-          Ahora que murió mi madre van a cambiar tantas cosas, ignoraba muchas otras que nos revelo antes de morir – dice el joven algo confundido
-          Porque van a cambiar, ¿qué es lo que paso? – pregunta la  joven
-          Se trata de mi hermano Terruce, por mucho tiempo sentí rencor y a la vez curiosidad por conocerlo mas, ahora me di cuenta que viví todo el tiempo engañado y el no fue más que otra víctima del gran error que cometieron mis padres al casarse
-          Entonces piensas conocerlo – pregunta
-          Si, de pronto mis fantasmas desaparecieron, no sé que sentir con respecto a mi madre, me alegra saber que enmendó un poco sus errores, se fue en paz y solo Dios la juzgará lo mismo que a mi padre – dice con gran decepción
-          Me da gusto saber que estas dispuesto a conocerlo – le dice con una pequeña sonrisa
-          Tal vez me dedicaré más a trabajar al lado de mi padre, pronto cumpliré 18 y quiero forjar un patrimonio para cuando me case – dice mirándola fijamente
La joven siente un remolino en su interior – ha pues eso está muy bien de tu parte, Daniel también trabajara con mi padre cuando vuelva – agrega
-          Y como está el, ya recibieron noticias de el
-          Si el está muy bien, creo que le hacía falta algo de disciplina – sonríe
-          Margaret – se para y toma a la joven del brazo
-          ¿Qué pasa? – pregunta intrigada
-          Yo no quiero vivir la vida como mi padre, casado por obligación y no por amor – dice mirándola con voz aterciopelada
-          Veras que no, el Duque tuvo sus motivos, pero para ti las cosas serán diferentes – dice tratando de reconfortarlo
-          El asunto es – dice mirando cada centímetro de su rostro – que la mujer con quien desearía formar una familia es justo la misma dama que se refleja en mis ojos
Margaret estaba más que nerviosa, su manos heladas evidenciaban su nerviosismo – Richard no sé qué decirte – dice bajando su mirada
-          Solo dime si tengo alguna esperanza, no quiero ser tu amigo toda la vida y estar esperando algo que nunca sucederá – dice mirándola con gran ternura
-          Si – dice en un susurro – si quiero ser un día tu esposa – dice ruborizada
El joven sin pensarlo la abraza y la alza por el piso – Entonces pediré tu mano después de los funerales de mi madre – dice más tranquilo
-          Está bien, yo hablare con mis papas para que estén enterados
-          Bueno tengo que regresar, no sé porque tuve este impulso, pero sentí una extraña necesidad de decírtelo, de refugiarme a tu lado, después de todo en casa soy el hijo mayor, debo mantener la cordura
-          Siempre estaré contigo a tu lado – dice dulcemente la joven – quieres que te acompañe
-          No, mas tarde, quiero estar con mis hermanos esta mañana
-          Claro – ella asiente, luego el deposita un beso en la mano y se despide, dejándola envuelta en una extraña sensación de emoción y curiosidad por sus arrebatos.
Richard regreso a la Villa, algunas personas habían llegado atraídos por la noticia que pronto corrió por cada rincón de Escocia, aquel joven tenía un carácter más que parecido al de Terry, era algo impulsivo aunque mucho más tranquilo, tal vez porque a él la vida no lo había tratado tan mal, la relación con su madre no era tan cariñosa como hubiese querido, pero eso no le impedía que sufriera por su muerte, sentía compasión por su padre, al verlo ahí en el estudio pensativo entendió que las cosas deben hacerse por amor y no por obligación, trataría por su parte de estar a su lado y además estaba dispuesto a convivir con su hermano mayor.

Tanto el Duque como Terry estaban viviendo situaciones muy similares, ambos habían sido estrujados por la vida de una manera tan violenta, cada uno cargaba con un gran peso, el Duque tendría ahora que buscar a su hijo, pedirle perdón en nombre de su esposa y tal vez si la vida le daba la oportunidad reconquistar a la mujer que aun seguía amando. Pero para Terry la vida seria aun mas difícil, sus remordimientos y culpas lo atormentaban, los reproches de la Sra. Marlow le hacían ver que él era el culpable de la muerte de su hija, sin embargo a su lado tenía a su gran amiga y madre Eleonor Becker para ayudarlo cualquiera que fuera su situación.

En otra parte de Francia en el Hospital Saint – Louis Candy terminaba sus labores, de pronto sintió una angustia en su pecho, como si algo le preocupara, no entendía lo que pasaba, se retiro a su dormitorio que compartía con una enfermera inglesa, esa noche le tocaba guardia por lo que agradeció poder estar sola en la habitación, al recostarse aquella angustia no desaparecía – Pero que es lo que sucede – se preguntaba la rubia – Señor protege a todos mis seres queridos, cuida de ellos y en especial de Terry – pidió en un intento desesperado de aliviar su preocupación, luego empezó a tararear esa conocida melodía que también extrañamente tenía mucho más presente en esos días. Muy cerca de ahí en un campamento militar un joven rubio miraba las estrellas a través de una rendija que había en el techo de la gran carpa, un extraño presentimiento le hizo estremecer su piel – es tan extraño todo esto – pensaba – siento que algo va a suceder – sacude su cabeza y comienza a tararear una conocida canción.