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martes, 5 de marzo de 2019

CAPITULO 20


 La realidad de la Guerra
Después de varios días en el mar tocaron tierra llegaron al Puerto de Brest, algunos militares los recibieron y los llevaron en grandes furgones de un color verde opaco, con grandes lonas que cubrían el armazón de metal que formaba el techo y las paredes de la parte trasera de los muebles, Candy estaba algo asustada, recordó que Frank le había dicho que ahí las cosas eran peor, pero no imaginaba cuanto, todos llevaban cubre boca y sus rostros mostraban angustia, lo mismo que las pocas personas que veía por las calles, reflejaban miedo y dolor, cerraba sus ojos y se sumía en sus pensamientos, tras un largo recorrido llegaron al campamento de la Cruz Roja de los Estados Unidos, al bajar miro a su alrededor, el panorama era más que desalentador, en las pocas construcciones que seguían en pie se veía el rastro que la guerra había dejado a su paso, edificios y casas resumidas a escombros, calles llenas de basura, de gente deambulando en busca de un poco de comida y un olor a putrefacción y muerte que aun a través del cubre boca se podía aspirar, su estomago estaba hecho un nudo no tenia palabras, permanecía con su expresión de sorpresa, los condujeron con el Doctor y Militar a cargo Fernand Roux .
-          Como se habrán dado cuenta, las necesidades son muchas y los recursos muy pocos – dijo  el Dr. Roux – las  provisiones las mandan una vez por semana y es necesario salir a rastrearlas, antes que los civiles las encuentren y las destruyan o repartan deliberadamente o aun peor se maten por ellas – les  decía mientras caminaba entre camillas hasta el final de la gran carpa donde tenía provista una pequeña oficina llena de estantes, documentos y demás objetos.
-          Enseguida vendrán los doctores que les señalaran sus actividades por mi parte es todo, no podría darles la bienvenida, no a este lugar -  termina  el Dr. Roux


Los doctores y enfermeras se dividieron en varios grupos llevados por otros más dando indicaciones de cómo se estaba trabajando, Frank se quedo con el Dr. Roux dando instrucciones mas especificas, ya que era bien conocido y tendría a su cargo un grupo para dirigir, Candy se fue encaminando cuando para su grata sorpresa reconoce al Dr. Michael Girard, el médico francés que había conocido en casa de los Andley hacía varios años
-          ¿Candy? -  pregunta – pero que sorpresa tenerte por aquí
-          Ho Michael – le  sonríe – sigues   aquí – dice  con sorpresa
-          Si aquí estamos aun al pie del cañón y no podría ser de otra manera – indica – y  tú ¿cómo es que decidiste venir?
-          Aquí es donde hace falta ayuda – contesto  - así  que aquí estamos
-          Pues entonces acompáñame te iré mostrando todo
-          Si claro, vamos – contesta

Caminaron un poco hacia una sala grande llena de pacientes, algunos soldados otros civiles – esta  sala es de recuperación y curaciones – indica  el Dr. Girard – en  este lado – le  señala a su derecha – están  los que necesitan curaciones, cambiar vendajes, lavados, etc. , a lado izquierdo están los que pronto se darán de alta – caminaron  un poco mas y entraron en otra sala, los ojos de Candy se ensombrecieron – Aquí – le  dice sabiendo la impresión que se había llevado – están  los casos más delicados, como veras algunos están amputados, otros tienen los pies ensangrentados, es lo que se le llama Pie de Trinchera

-          ¿Pie de trinchera? – pregunta
-          Si cuando los soldados han estado muchos días bajo las trincheras debido a la humedad presentan edema rojo y doloroso en el pie acompañado de focos supurados
-          Ho por Dios – expresa  con angustia
-          Hay algunos soldados que han contraído gangrena a raíz de la enfermedad -  agrega  el Doctor
-          Entonces ¿es incurable? – pregunta
-          No del todo, el pie dañado es susceptible a sufrir daños en el futuro a causa del frio, pero hay un tratamiento para aplicar a los pacientes y consiste en remojar los pies en agua tibia, secarlos muy bien, colocarlos por encima del corazón del paciente, mantenerlos lejos del calor, no usar lociones ni cremas, no reventar las ampollas, ni masajear, y suministrar al paciente los antibióticos prescritos.
Caminaron un poco mas hasta entrar por completo en la sala, rápido los soldados al mirar a la joven no se detuvieron a expresar su admiración de manera muy particular – Por  Dios creo que he muerto y estoy en el cielo – dice uno – pero  que belleza creo que estar enfermo tiene sus ventajas -  dice  otro
-          Cállense -  grita  desde un extremo de la sala un hombre maduro tendría unos cuarenta y ocho o algo así – no  les da vergüenza bola de mal nacidos – Candy  abre mucho los ojos al escuchar al hombre – la  Doctora viene a ayudar y ustedes no muestran un poco de respeto
-          Teniente Neville, ¿cómo se siente hoy? – pregunta  el Dr. Girard
-          Estaría mejor si no viera a estos inútiles – lo  dice mirando a los soldados quienes se miran unos a otros y haciendo un gesto de disgusto
-          Por lo que veo esta mejor – dice  el doctor – le  presento a la Dra. White ella nos ayudara, aunque no se aun a donde la asignaran
-          Un gusto conocerla Señorita y no se abrume por esta bola de idiotas, la Guerra los ha hecho así – sonríe  finalmente
-          No se preocupe, estoy aquí para lo que necesite – trata  de sonreír pero esta mas que asustada
-          El Teniente fue herido en combate – le  dice el Dr. Girard a Candy -  algunas  balas se arrojaron en su pelvis pero afortunadamente se extrajeron sin dañar los tendones y nervios, sin embargo es necesario ayudarle con una serie de ejercicios para que sus piernas vuelvan a moverse normalmente – continua  explicando, la rubia está atenta a todo lo que dice el doctor – te  explicare como se hacen los ejercicios, y si te quedas en esta área posteriormente podrás hacerlos tu sola – la  rubia asiente  y Michael le explica detalladamente todo los ejercicios que hace con el teniente.
Una vez que terminan ambos se despiden – lo  veré más tarde Teniente – le  dice el Dr. Girard
-          Hasta luego Teniente – se  despide la rubia
-          Bien veamos a Jonathan Scott – el  padece de pie de trinchera, ya cicatrizaron sus heridas pero aun seguiremos con el lavado como te lo explique – luego  saluda al soldado - ¿Cómo te sientes hoy Jonathan? –pregunta  amablemente
-          Muy bien un poco desesperado porque ya quiero levantarme de esta cama
-          Tus heridas están casi cicatrizadas y creo que unos días más  te damos de alta
Luego una enfermera le acerca una palangana con agua tibia – Gracias  Sofi – le  dice el Doctor, luego hace la curación al joven quien no deja de mirar a la rubia, al terminar se despiden y van hacia una cama donde esta un paciente su cama tiene cortinas a los lados prácticamente está encerrado, sus piernas no se ven solamente la parte superior, al llegar el doctor saluda – Jim  te presento a la Dra. White - al  verlo Candy se da cuenta que esta amputado de ambas piernas, es un afroamericano, ojos negros y un semblante ensombrecido por el dolor
-          Gusto en conocerla – la  mira impaciente – una  mujer tan bonita no debería estar en este infierno – agrega
-          Hola Jim – saluda  la rubia – este  es mi trabajo – contesta
-          Bien Candy – haremos  una curación, es necesario quitar el vendaje – estás  listo Jim
-          Claro doctor – contesta  bruscamente
El doctor quita el vendaje humedecido por la sangre, Candy se sorprende mucho al mirar aquella escena, mientras hacían la curación el soldado ahogaba el dolor agarrado de los extremos de la cama, era un dolor insoportable y lo peor es que el soldado ya tenía gangrena, las heridas de sus piernas no cicatrizaban y el olor que despedían era de putrefacción, ante la impresión los ojos de Candy estaban inundados pero se mantuvo firme, al terminar salieron del lugar, sabiendo la impresión que se había llevado la rubia el doctor trato de animarla – Son  buenas personas – dice  al salir de la sala
-          Claro que lo son – dice  la rubia
-          Sabes Jim ayudo al Teniente y a dos soldados a salir de un campo de minas, había llevado en sus hombros a los soldados pero cuando regresaba con el Teniente una mina estallo bajo sus pies aun así logro sacarlo de aquel infierno es por eso que el teniente no deja de agradecer por su vida
-          Pobre Jim arriesgo su vida para salvar la de esas personas – dijo apesarada
-          Creo que cualquiera arriesgaría su vida por salvar la de otra persona  - agrega
-          ¿Tú crees? – pregunta al recordar el accidente de Susana
-          Indudablemente es un instinto humano sea quien sea
La rubia sonríe forzadamente – si  así debe ser
Frank había terminado sus asuntos con el Dr. Roux y caminaba en busca de Candy cuando la miro que venía acompañada de un doctor, al llegar a su encuentro la rubia se siente un poco más animada de ver a su amigo -  Frank  te presento al Dr. Michael Girard
-          Mucho gusto , Frank Curtis – dice  mientras se pregunta de donde se conocen él y Candy
-          Dr. Curtis conozco su trabajo es verdaderamente una suerte que este aquí, le mostraba a Candy el lugar y ha hecho un excelente trabajo como asistente – le  sonríe
-          Gracias Michael, la verdad es que eres muy paciente conmigo – le dice sonriendo
Frank se sorprende por la confianza entre Candy y Michael  ya que sigue preguntándose de donde podrían conocerse – Que  bien, me han asignado esta área precisamente – dice  dirigiéndose a la sala donde estaban los pacientes más delicados – y  si tu quieres puedes estar conmigo – dice  esperando una respuesta favorable
-          Por supuesto Frank – le  dice entusiasmada
-          Bueno yo me retiro – los  interrumpe Michael – los  veré después y mucho gusto Frank – se  despide
-          Vamos veremos todo lo que hay que hacer – le  dice Frank invitándole hacia un escritorio que estaba al final de la sala -  ¿el Dr. Girard y tu ya se conocían? -  pregunta  mientras caminan
-          Si en casa de los Andley en una fiesta – contesta
-          Entiendo, ven sentémonos aquí - le  dice llegando al pequeño escritorio, luego le muestra algunas hojas que necesitan llenar, luego se encaminan a la sala, revisando cada expediente de los pacientes para estudiar los padecimientos, Candy observa todo detenidamente, las condiciones en que estaban eran desalentadoras pero haría todo lo posible para hacer el mejor trabajo ayudando a sus pacientes a sobrellevar su agonía y dolor en medio de aquel como lo dijo Jim ‘’ Infierno’’.

En Nueva York, durante los primeros días en que Candy marcho Terry aun recordaba el día que pasaron en el lago, eso le daba más que fuerzas para seguir adelante, continuaba visitando a Susana quien había mejorado notablemente, usaba su prótesis y ayudada con un bastón podía caminar, evidentemente se había llegado la hora de hablar con la joven sobre la promesa que hizo para que accediera a recuperarse.

-          Necesito hablar contigo Terry, desde el hospital no he tenido la oportunidad y tenemos que hablar – le  dice Susana sentándose en un sofá de la sencilla sala de su casa
-          Está bien Susana, me imagino que es con respecto a la boda – le  dice resignado.
-          Si es con respecto a eso – contesta
-          Susana yo necesito que lo pienses bien antes de ir más allá, debes pensar en si es esto lo que quieres para ambos, porque ya no habrá vuelta atrás – le  dice Terry seriamente
-          Lo sé Terry, sucede que he pensado mucho las cosas, antes de la operación tome una decisión que no te dije ya que necesitaba pasar todo este proceso – dice  armándose de valor
-          Bien y ¿qué es lo que has concluido? – pregunta  expectante
-          Bueno es que yo…-  dice titubeante y temblándole la voz – no  quiero casarme – dice  finalmente
Terry frunce el ceño sin entender - ¿No quieres casarte? – pregunta
-          No, ya no quiero causar más daño del que he causado y no quiero meterme más entre tú y ella, ahora te libero de tu palabra para que la busques y seas feliz con ella
Terry se queda sin palabras, pensaba que Susana quería poner una fecha y lo que ella pretendía era terminar con el compromiso - ¿Hablaste con tu madre sobre esto? – pregunta
-          Aun no, pero ya no le permitiré que se meta mas en mi vida, soy lo bastante adulta como para tomar mis decisiones – dice  determinante mente
-          No sé qué decirte Susana, me ha tomado por sorpresa esto – dice  tratando de entender
-          No hay nada que decir, deberías ir a Chicago y buscarla – dice  aliviada
-          Ella se fue a Francia – le  dice sin rodeos
-          A Francia, pero ¿Por qué? – pregunta  angustiada
-          Es doctora y así lo decidió ella – dijo  encogiéndose de hombros
-          Debí hablar con ella debiste dejarme hablar ese día, eso era lo que necesitaba decir – le  dice lamentándose
-          Basta Susana, no sigas, hablare con tu mama sobre esto, te seguiré ayudando económicamente para que nada les falte
-          No – dice  apenada – no  es tu obligación, además puedo trabajar, nada me pasara
-          No deberías, espera aunque sea unos meses – dice  tratando de convencerla
-          Me aburre demasiado estar aquí sin hacer nada – replica
-          Susana, no salgas a la calle, debes saber que hay una enfermedad muy contagiosa y debes cuidarte, usar un paño para cubrirte la boca y no estar cerca de personas que veas que tosen o estornuden.
-          ¿Tan peligrosa es? – pregunta  angustiada
-          Si mucho – contesta  secamente
-          Está bien
-          Mañana hablare con tu madre sobre todo esto – dice  más serio
-          No, prefiero hablar yo misma con ella, es mi decisión además yo sé cómo manejarla
-          De cualquier manera tengo que hablar con ella, si lo entiendes
-          Claro que si, nunca dejaras de ser un caballero – le  dice tratando de hacer una mueca – sabes  Terry, ahora que ha pasado todo este tiempo, me doy cuenta que lo hubiera hecho aunque se hubiese tratado de cualquier otra persona
-          ¿El que, a que te refieres? – pregunta  con curiosidad
-          Haberte salvado, fue un instinto aunque hubiera sido un técnico, otro actor – dice  pensativa
-          ¿Y a que viene todo eso?, después de tanto tiempo – pregunta  el ingles
-          No lo sé tal vez es solo que necesitaba contárselo a alguien que no fuera mi madre
-          Ya veo, bien pues me tengo que retirar, mañana vendré como siempre – se  despide
-          Como gustes – le  contesta secamente

Terry salió de casa de Susana pensando en todo lo que habían hablado, por fin su compromiso había dejado de existir, pero ahora Candy estaba en Francia, como siempre busco la compañía y consejo de su madre con quien siempre se desahogaba, platicándole todo lo sucedido.

-          No sé qué decirte hijo, me alegra que Susana haya reconsiderado las cosas, creo que después de todo es una buena chica
-          Sí, claro que lo es, su madre fue quien se empecino en el compromiso
-          ¿Y que pasara ahora? – pregunta  con curiosidad
-          Seguiré ayudándola económicamente, y pues hablare con su madre aun no sé como lo tomara
-          Bueno una madre siempre procura el bienestar de los hijos, trato de entenderla – dijo  pensativa
-          Espero que tu nunca actúes así conmigo – le  dice mirándola a los ojos
-          Claro que no hijo, tu eres el dueño de tu vida
-          Mi vida, mi vida está con Candy -  se   pasa la mano por el cabello -  necesito  saber de ella
-          Y porque no le preguntas al Sr. Andley, tal vez el sepa algo – le  dice tratando de reconfortarlo
-           Si,  hablare con él antes que regrese a Chicago
-          Veras que todo estará bien
-          Gracias mama, no sé qué haría sin ti – le  dice abrazándola
Así pasaron el resto de la tarde, platicando de los acontecimientos sucedidos, las funciones teatrales eran muy pocas, la gente casi no asistía por miedo a contraer la gripe española, además de ser revisado cada asistente, actor y demás trabajadores.

Después de unos días Susana decidió salir a buscar trabajo, logro convencer al encargado de una pequeña posada zurciendo las cortinas, manteles, sabanas y demás blancos que necesitaran reparación, había tenido un fuerte enfrentamiento con su madre por haber roto el compromiso con Terry y además por estar trabajando pero al parecer eso a ella ya no le importaba. Terry continúo visitándola, enfrento también a la Sra. Marlow quien lo quiso persuadir de nuevo diciéndole que Susana se había sacrificado por él, sin embargo nada logro.

Albert se preparaba para regresar a Chicago, aquellos días junto a Sara habían pasado casi volando, por otra parte su preocupación mayor era Candy, se angustiaba de saberla en Francia en medio de la guerra, pero las influencias del rubio le daban cierta tranquilidad, conocía bien al Teniente Neville y no dudo en mandar un telegrama pidiendo que la mantuviera al margen de cualquier misión o diligencia.  Se marcharía al día siguiente por lo que esa noche había invitado a Sara a cenar para despedirse, y puntual llego a las 5 de la tarde al hospital, elegantemente vestido en un traje gris oscuro y con un bello ramo de rosas, Sara al verlo no pudo evitar que un suspiro escapara de su pecho .
-          Buenas tardes bella dama – dice inclinándose a besar su mano – son para ti – le dice dándole el ramo de rosas
-          Gracias – le sonríe – son hermosas
-          No más que tu, ahora vayamos para que te cambies
-          Si vamos – ambos caminaron y subieron al coche, tras manejar algunas calles llegaron a la gran propiedad, Albert espero pacientemente en la sala de estar, observando detenidamente cada uno de los cuadros y fotos que había en las paredes, había una que llamaba su atención, eran Frank y Sara, el tendría unos 12 años y Sara 11, el parecido con Anthony lo confundía, pero negaba con su cabeza cualquier cosa que imaginaba.
Sara terminaba de dar los últimos toques a su arreglo cuando su madre entro a su habitación – Hija perdón, me tope con Albert y vine a ver como ibas
-          Ya casi termino mama – dice poniendo un poco de color a sus mejillas
-          Es todo un caballero no hija – le dice complacida
-          Si lo es mamá
-          Hija por otro lado, sabes el Domingo tu papa ha mandado dar una misa en memoria del Dr. Stann – al decir esto Sara se pone tan nerviosa que el rubor cae al piso haciéndose pedazos – hija pero que pasa te sientes bien – pregunta preocupada
-          Lo siento mama, es que se me hace un poco tarde – dice cambiando de tema
-          Albert no se irá te lo aseguro – le dice – bien hija entonces solo te avisaba de la misa para que estés lista a tiempo – dice retomando el tema
-          Si claro – dice con voz temblorosa
-          Sus papas estarán presentes, hace 5 años del fatal accidente, era tan joven no imagino el dolor que sintieron entonces – dice lamentándose
-          No era ningún santo mama – dice un poco molesta
-          Pero porque hablas así hija tu trabajaste con el – le indica
-          Por eso lo digo el que haya muerto no lo convierte en una buena persona - replica
-          Pero Sara lo dices como si te hubiese hecho algo – le dice sorprendida
-          No, no me hizo nada – dice enfáticamente – estaré presente y si me disculpas me tengo que ir
-          Claro hija tómalo con calma – le dice tratando de entenderla – solo es una manera de ser amables con los Sres. Stann
-          Bien entonces me retiro, nos veremos más tarde – dice poniéndose de pie y caminando apresuradamente a su encuentro con Albert que al verlo no puede evitar arrojarse a sus brazos
-          Pero qué te pasa cariño – le dice separándose un poco – estas temblando
-          Nada, es solo que no quisiera que te vayas
El rubio le toma su rostro – si no quieres no me voy – le dice con ternura
-          Ho no tú tienes obligaciones y no seré yo la culpable de que faltes a ellas – dice un poco más tranquila
-          Bien pues entonces vámonos, esta noche mi obligación es complacerla Srita. Curtis – dice mientras atraviesan la gran puerta de aquella casa
Durante el recorrido Sara mantenía sus pensamientos ocupados en Alfred Stann, los tristes recuerdos se volvían a hacer presentes

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Sara permanecía aprisionada en el escritorio del Dr. Stann, sentía desfallecer su cuerpo, había luchado en vano por defenderse pero lo que ella mas temía se volvía realidad, aquel hombre era más fuerte que ella, y en un movimiento sujeto las pequeñas manos de la enfermera con una de las suyas, mientras con la otra se apoderaba de su intimidad, tomándola por la fuerza sin que ella pudiera hacer nada, casi sin aliento alcanzo a tomar una lámpara que estaba sobre el escritorio y golpeo fuertemente la cabeza del Doctor logrando así zafarse de su agresor, corrió a la puerta pero el galeno recobro el equilibrio rápidamente y salió tras Sara – Ven acá zorra – le gritaba
La joven corría lo más rápido que podía por un pasillo que era bastante largo y el Doctor le daba alcance sin mucho esfuerzo – Esto no se va a quedar así Sara – seguía gritando, por fin llego a las escaleras y bajo pero en el primer descanso le dio alcance tomándola con fuerza de la muñeca – déjeme – gritaba desesperada – le juro que no diré nada – rogaba ella
-          Claro que no dirás nada, aun no termino contigo – le dijo tomándola del brazo pero la joven reunió todas sus fuerzas y le dio un certero golpe en la entrepierna haciéndolo rodar por las escaleras, ella se quedo paralizada viendo aquella escena, el Dr. Stann no se movía y un charco de sangre se empezaba a formar -  Dr. Stann – le llamaba Sara – Dr. Stann – volvió a repetir, pero no recibía respuesta – Dios que no sea lo que estoy pensando – se decía la joven, bajaba lentamente las escaleras asustada, miraba a su alrededor para percatarse que nadie estaba cerca, se asomo por el corredor estaba todo en silencio, solo el rechinido de las camillas a lo lejos de la sala de urgencias – ¿Que voy a hacer? – se preguntaba – no fue mi culpa – se  repetía – solo me defendía – la joven se acerco para tomar el pulso pero no había tal, el Dr. Stann había muerto, la joven se fue de aquel lugar, corrió lo mas que pudo sin ser vista, llego a su lugar de trabajo y acomodo su uniforme, aun no recuperaba el aliento de aquella amarga experiencia, arreglo su cabello y se sumió en sus pensamientos envuelta en una nube de miedo y asco. Tras unos minutos se escucharon algunos gritos – El Dr. Stann está muerto – gritaba una enfermera, la joven se sobresalto bastante sin embargo no quiso salir del consultorio, hizo caso omiso a los gritos y al gran escándalo que afuera se estaba armando, un fuerte golpe en la puerta la sorprendió
-          Sara, Sara – gritaba una enfermera, abriendo la puerta de golpe
-          ¿Qué sucede Miriam? – pregunta
-          Es el Dr. Stann, parece que está muerto – le dice con gran preocupación
-          ¿Pero qué sucedió como pudo pasar? – preguntaba
-          No lo sé, parece que resbalo por las escaleras – le indica la enfermera
Ambas enfermeras salieron hacia el segundo piso donde se encontraba tendido el cuerpo del Sr. Stann, la joven no podía evitar sentir horror al mirarlo – Sara el te había mandado llamar no es así – pregunta la enfermera
-          Si pero demore llenando los expedientes – dice mostrando preocupación
-          Pobre Dr. Stann, tal vez venia a buscarte – dice Miriam
-          Si pobre – dice Sara asustada
Luego llega el Dr. Lewis para confirmar la muerte del galeno – Es necesario esperar al ministerio ellos tendrán que levantar un acta y hacer algunos interrogatorios – indica el Doctor
-          ¿Pero por qué? – pregunta Sara
-          Es el tramite hija, será mejor que despejen esta área – les dice a las personas que se habían juntado en el lugar
-          Sera mejor irnos – le dice Sara a Miriam
-          Si tienes razón, además ya vas a terminar tu turno – ambas enfermeras caminan por el pasillo – el Dr. Stann era algo extraño – le dice Miriam
-          Porque lo dices
-          No lo sé, tal vez eran a figuraciones mías, pero me llego a insinuar cosas, claro que nunca me quede a solas con él, siempre buscaba algún pretexto para irme – le dice sorprendiendo a Sara
-          ¿Qué insinuaciones? – pregunta
-          Bueno no lo sé, me decía cosas con respecto a mi persona, que era muy linda, que el sabia muchas cosas que podría enseñarme y que si quería podría ascender de puesto, eso si yo estaba de acuerdo – dice la joven recordando – pero no nunca le hice caso, me ponía muy nerviosa, y de alguna manera ….. no siento dolor por su muerte – dice finalmente la enfermera
-          Corriste con mucha suerte – le dice – tampoco siento su muerte
-          Bien llegamos, será mejor que termines con esos expedientes
-          Si claro nos vemos después Miriam – se despide y vuelve a sus asuntos, se sentía demasiado mareada y su estomago estaba tan revuelto que tuvo que salir corriendo al baño, temblaba y sentía una enorme culpa por lo ocurrido, al término de su turno lo único que quería era estar en su casa, al pasar por el corredor aun había elementos de la policía, interrogando a algunas personas, el cuerpo del Dr. Stann ya se lo habían llevado, paso casi corriendo por ese lugar, al llegar a su casa y dando gracias de que Frank estuviera fuera de la ciudad por fin pudo desahogar todo lo que sentía, rompió en llanto y se tumbo sobre su cama, como iba a enfrentar ahora los fantasmas que le acompañarían por el resto de su vida, como enfrentar la cruel realidad a la que ahora se enfrentaría sin pasar por la vergüenza de contarle a sus padres, la joven continuaba llorando amargamente, finalmente se puso de pie y se metió en la regadera, la tibia agua logro tranquilizarla, tallaba su piel tan fuerte como si quisiera arrancarla dejándola enrojecida, continuaba llorando y por un momento un turbio pensamiento la sacudió – Dios no me abandones en este momento, no permitas que quede embarazada o me condenaras a mí y esa criatura para siempre a vivir en la vergüenza y en las sombras – finalmente salió del baño y se preparo un te antes de irse a tratar de dormir un poco.
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-          Sara, llegamos cariño – le dice el rubio tomándola del brazo
-          Perdón, estaba en otro lugar – le dice excusándose
-          Ya veo – le dice mirándola extrañado – vamos entonces – le dice bajando del coche y rodeándolo para abrirle la puerta, ambos entraron en un lujoso Restaurant para disfrutar de su última noche juntos.

En Escocia en la Villa Rosell un fuerte grito se escucho en todo el lugar - -¡No! , de ninguna manera permitiré que vayas a esa guerra – le decía el Conde Rosell a su hijo Daniel
-          Ya está hecho papá, me enliste esta mañana, y no echaré marcha atrás – le dice con voz firme – no me quedare aquí sentado escuchando como planean estrategias de ataque y como critican los movimientos de la triple ente siendo que cientos de nuestros hombres y mujeres están allá arriesgando su vida cubriendo nuestras espaldas y nosotros aquí cruzados de brazos esperando ¿Qué? un milagro acaso
-          No hijo por favor, no me pidas que te apoye en esto porque no lo hare no permitiré que te vayas así tenga que encerrarte – le dice en una mezcla de angustia y sorpresa ante las palabras de su hijo
-          Entonces dejaras que digan que tu hijo es un cobarde que se negó a ir a la guerra – le replica – pero aun si me encierras buscare la manera de escapar con o sin tu consentimiento iré – le dice alzando la voz
-          Por Dios te has vuelto loco – en ese momento Victoria la Condesa entra en la habitación
-          Pero que está sucediendo sus gritos se escuchan en toda la casa – dice sorprendida
-          Victoria es tu hijo que se ha vuelto loco – dice lanzando una mirada fulminante a su hijo parado frente a el
-          No mamá, es papá que insiste en mantenerme en una esfera de cristal – dice sin dejar de mirarlo a los ojos
-          Pero si no me dicen que pasa no entenderé – inquiere la dama
-          Se ha enlistado en el ejército para ir a luchar en esa absurda guerra – dice con gran dolor
-          ¡No hijo! – dice desesperada – no por favor no quiero perder otro hijo te lo pido por lo que más quieras – dice sollozando
-          Mamá – le dice tomando sus manos – me siento un inútil aquí, tengo esta necesidad de ir a Francia, siento un llamado que va mas allá de mi sentidos, debo ir  – le dice
-          Yo te necesito aquí a salvo – le dice suplicante
-          Por favor no me nieguen esto – les pide – me se cuidar estaré seguro no me arriesgare innecesariamente
-          Por favor Ed que vamos a hacer – dice mirando a su hijo horrorizada
-          Entonces pondré un telegrama a Neville y Foch dando instrucciones precisas para que no te manden al frente lo entiendes – le dice a regañadientes
-          Ho no papá, por Dios no me vas a impedir que haga lo que yo desee – dice molesto
-          Es la única condición Daniel lo tomas o lo dejas – le replica
-          Está bien – dice resignado
-          Hijo por favor no vayas – aun le rogaba su madre
-          Está decidido, mañana partiré a Francia – dice  el joven y sale de la habitación dejando a sus padres sumidos en una gran preocupación y dolor. Por la mañana despedían a su hijo mayor que se marchaba a luchar en esa guerra que tantas muertes había ya cobrado, Margaret no dejaba de sollozar temía que su hermano pudiera ser herido aun peor no volverlo a ver de regreso,  viajo rumbo a Dover y de ahí un buque lo llevaría a Calais para finalmente trasladarlo a Paris, donde estuvo bajo las ordenes Philippe Pétain conocido entonces como “El vencedor de Verum” y quien evitaba a toda costa bajas en sus tropas. Sin embargo el llamado de Daniel iba más allá de lo que el pudiese imaginar, tal vez el destino estaba comenzando a mover sus piezas como se mueven en un tablero de ajedrez, y en este caso la Reyna que tenía que proteger era su propia hermana Candy o mejor dicho la Condesa Rosell.

En Francia pasaron las primeras semanas de Marzo y Candy se había familiarizado ya con sus pacientes, Jonathan se dio de alta, el Teniente progresaba favorablemente y podía mover sus piernas (aunque torpemente) por sí mismo. La salud de Jim empeoraba cada día, el dolor era insoportable y sus gritos se escuchaban en toda la sala, la rubia sentía impotencia al no poder hacer nada por él.

-          Jim, te pondré mas medicamento para el dolor – le  dice al estar revisándolo
-          Gracias Candy, no deberías estar aquí – le  dice mientras lo inyecta
-          Me gusta ayudar a la gente no hay otro lugar en que debiera estar
-          Eres una chica muy hermosa, seguro alguien te espera en América – le  dice sonriendo
-          Si hay gente que me espera, a ti también deben esperarte eres muy buen mozo – le  sonríe
-          Tengo una novia, creo que ya no la volveré a ver – le  dice mientras sus ojos se inundan – nos  casaríamos al regresar – se  limpia las mejillas con el costado de la mano
-          Jim, ¿Cómo ayudarte? – lo  toma de las manos
-          Lo que has hecho desde que llegaste, sonreír

Ambos se quedan en medio de la oscuridad, hasta que Jim se duerme, luego Candy se retira y vuelve a hacer su ronda checando a los pacientes, pensativa y sintiendo un nudo en la garganta se queda en su pequeño escritorio, comienza a escribir cartas a sus seres queridos, escribe a la Hermana María y la Srita. Pony, Albert, Paty, Annie y Archie y otra más para su querido Terry.


Francia, Marzo 20, 1918

Terry, perdón por el retraso, desde que llegamos el trabajo no ha cesado, como lo dijo Frank aquí las cosas son muy diferentes, las condiciones son precarias pero no quisiera aburrirte con esas cosas, me reconforta saber que puedo ayudar, siempre llevo conmigo tu corazón, me da las fuerzas suficientes para seguir adelante, solo espero que esta pesadilla termine para poder volver, cuídate y cuida a los tuyos, también cuida de Susana espero que haya aceptado la prótesis.
Sabes encontré un colega que conocí en la casa de los Andley se llama Michael Girard, me alegro tanto verlo y saber que esta a sano y salvo, por otro lado el Teniente Roux es el encargado del campamento es algo tosco pero es muy buena persona. Los soldados son todos muy amables, aun en medio de su dolor bromean y ríen, es bueno saber que puedo ayudar y colaborar  para que se recuperen.
Ahora me despido tengo aun cartas que escribir, no sé cuando llegue la próxima carta pero tratare que sea pronto.
Guardo en mis pensamientos esa tarde juntos.

Por siempre tuya Candy White.


Guardo las cartas en sobres para mandarlas a la mañana siguiente, al amanecer cambio su turno y se dispuso a descansar un poco antes de comenzar de nuevo con sus obligaciones en medio de aquel campo de batalla.


Eres quien ocupa mi pensamiento
En la soledad de  mi habitación
Eres de mi amanecer la inspiración
Que me invita a vivir  a cada momento
Eres de mis deseos el más anhelado
Que recorre cada poro de mi piel
Eres de mi corazón lo más amado
Y de mis labios eres la miel
(Gaby)